Caminar por la vida

Caminar es una de las funciones más humanas y más completa. En sentido metafórico, caminar es desplazarse para conquistar nuevos espacios, situaciones y vivencias. Caminamos para desplazarnos e ir más allá de nuestro presente, hacia el futuro.

Un sinfín de impulsos y movimientos intervienen en ella, desde los diferentes danzas de las articulaciones, sus relaciones entre sí, los ajustes y maniobras del equilibrio, la vigilancia de los sentidos, la orientación de las diferentes partes de nuestro cuerpo, la coordinación del sistema nervioso y todo ello con un intención, la de permitirnos avanzar, orientarnos, desplazarnos y progresar por la vida. Para esta acción tan común y cotidiana para algunos, el sistema nervioso ha necesitado madurar desde los inicios, según diferentes aprendizajes orgánicos. Él bebe, transita por diferentes estadios de desarrollo motor reforzando sus articulaciones y entrenándose en los movimientos de flexión, extensión y rotación según patrones diferenciados que aportan nuevos movimientos sagitales (homólogos), laterales (homolaterales) de flexión y extensión, así como movimientos de rotación (contralaterales) alrededor del eje. Esta combinación o sinergia de movimientos, planos y volúmenes, le ayudaran a construir en cada etapa, una nueva estabilidad dinámica preparada para la  acción de la marcha.

Como hemos visto para mejorar nuestro caminar por la vida, es importante mejorar los patrones del conjunto o ensamblaje corporal que sostienen la acción de marcha y ser así personas que se desplazan sin grandes dificultades en su acción y evolución.

Las dificultades pueden surgir cuando el movimiento fácil y eficaz, se ve impedido por aspectos inconscientes y habituales de nuestros movimientos que suponen un obstáculo para el buen andar. Las fuerzas no se transmiten como debieran, impulsando las articulaciones y haciendo buen uso de las palancas tanto externas (el suelo) como internas (sistema articular). El sistema carece de fluidez y se atrofia. Aparecen rigideces cuando los músculos por su excesiva contracción juegan roles inequívocos sustituyéndose a la función de soporte esquelética y cogiendo protagonismo. La función muscular es la de iniciar y propagar el movimiento. La esquelética darle, sostén, propulsión y aguante siempre en relación a la gravedad. Si el conjunto se invierte, puede aparecer dolor en las diferentes partes del cuerpo implicadas en la marcha: pies, tobillos, piernas, pelvis, columna, costillas, hombros, cabeza.

Una buena diferenciación de cada estructura (las más arriba nombradas) unida a todo el conjunto corporal va a permitir una danza sincronizada en los movimientos de flexión, extensión y rotación incluidos en la marcha. Por ejemplo, un balanceo libre de la pelvis, sin exageración, en la marcha, permitirá más ondulación de la columna, más libertad en las caderas y una mayor recepción del impacto gravitatorio a través del esqueleto. Unos pies flexibles e inteligentes y un buen uso de las articulaciones de las piernas al andar en relación con la pelvis, serán también ingredientes necesarios para caminar con agilidad.

Para encontrar tal equilibrio dinámico para desplazarnos debemos fiarnos de la gravedad e instaurar una relación de confianza. Rendirse para encontrar el apoyo adecuado a la propulsión.

El Método Feldenkrais™ de Educación somática, propone una visión integradora de esta función tan importante y compleja. Mejorar nuestra manera de caminar y desplazarnos supone no solo un desarrollo funcional (neuromotor) para cada uno, sino también desde el punto de vista somático, experiencial, un gran avance en la libertad y autonomía para desplazarse, avanzar, relacionarse, crecer, progresar. 

Explorar las múltiples facetas y posibilidades del “caminar por la vida” con sus múltiples juegos, aprendizajes y sincronización nos llevará a descubrir su aportación al desarrollo, crecimiento y progreso de cada uno. 

Susana Ramón

 

 

Dejar un comentario