Cuerpo y tensegridad. Aliviando tensiones

Vivimos gran parte de nuestro tiempo de pie y nuestra estructura (el sistema óseo)  determina en su mayor parte, nuestra relación a la gravedad, fuerza invisible pero continuamente presente.

La tensegridad (R. Buckminster Fuller, K. Snelson, D.G. Emmerich) hace referencia a “tensión integrada y describe un modelo estructural formado por elementos rígidos comprimidos que no se tocan entre sí y están únicamente unidos por elementos tensiles que mantienen un grado de tracción permanente en la estructura”.

La tensegridad aplicada al cuerpo humano, significa que, nuestra estructura ósea se mantiene integrada en un sinfín de tejidos musculares y fasciales formando un sistema que mantiene su equilibrio gracias a los diferentes elementos de tensión a los que está unido. Una compresión en una zona articular puede proceder de una deficiencia tensional del resto del sistema o de otra parte del sistema. Desde este punto de vista el cuerpo se aborda en su globalidad.

La mejora del equilibrio de la estructura, supondrá una considerable mejoría de cada uno de los elementos tensionales que la componen.

La tensegridad corporal varía de persona en persona y se construye en los primeros años de la infancia según aprendizajes variados vinculados a nuestra manera de relacionarnos con la gravedad, a la manera de elaborar nuestros apoyos y formas de sostén con el suelo, el espacio y los otros. El entorno en que vivimos, así como nuestra experiencia y genética personal, serán los principales agentes de nuestra identidad corporal, de su crecimiento y expansión y de su salud y bienestar futuros, así como de la capacidad de relacionarnos con el entorno. 

Esa relación tan primeriza, influirá en nuestra vivencia corporal y en el uso correcto o incorrecto de nuestros movimientos y posturas, sentados, estirados en la cama, caminando o trabajando. A la vez, la ejecución de nuestros movimientos, determinará la calidad de nuestras acciones en cada entorno en que nos movemos.

La capacidad de movernos con flexibilidad, soltura y eficacia a pesar del desgaste de los años puede ser aprendida y reforzada con un trabajo consciente de nuestros movimientos. El sistema nervioso es tejido plástico y su capacidad de aprendizaje infinita.

En nuestras sociedades básicamente sedentarias, solemos someternos a posturas de desgaste corporal ya bien sea por hábito, estrés o inconsciencia al movernos.

Nuestros gestos inconscientes representan un conflicto para el sistema nervioso y merman la calidad de vida y la vitalidad natural del organismo. Hacerlos conscientes, es un gran antídoto para aliviar y reducir tensiones.

Tomar consciencia de nuestros movimientos permite identificar las zonas de tensión y  aprender a modificar la causa que las produce.

Ello permite la variación y la variación permite el alivio y reducción de hábitos compulsivos.

Si queremos reforzar nuestra salud, será de vital importancia que conozcamos nuestro cuerpo así como sus necesidades. Si queremos reducir nuestras malas posturas será necesario conocer nuestros movimientos y expandir el abanico de posibilidades que forman parte de nuestro patrimonio y que en algún momento, por el camino y sin quererlo, hemos dejado atrás.

Susana Ramon

 

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