¿Podemos trabajar sin dolor?

 

El mundo profesional se ha vuelto para muchos un lugar sin sosiego. Depresiones, dolor postural, estrés, burn out, falta de motivación, de comunicación. Para la Unión Europea y los estados miembros evitar las causas de accidente o de enfermedad laboral es prioridad y vemos que se populariza cada vez más el concepto de empresa saludable. La empresa saludable cuida a sus trabajadores fomentando ejercicio, nuevos hábitos alimenticios, y facilitando el día a día del trabajador.

¿Pero estas medidas son suficientes?

La percepción de un estado saludable es subjetiva y dependerá de factores ligados al trabajador mismo, su capacidad de integración de dichas medidas, su fisiología, su resistencia a un entorno cada vez más exigente.

Para una percepción cada vez más clara de un estado saludable, necesitamos un cambio de creencias y actitudes. Difícil es mejorar la salud si no estamos en condiciones de colaborar con nuestros colegas o equipos, si carecemos de confianza en lo que hacemos, si nos falta motivación o comunicación con la jerarquía o si arrastramos conflictos en el trabajo. Estos factores minan el bienestar pues suponen circunstancias no resueltas, que perennizan un día a día laboral, difícil y asfixiante.

A estos factores se les suma, la somatización de dichos problemas que por su vertiente emocional y física impiden que la acción profesional pueda ejecutarse de manera fluida orientada hacia la satisfacción personal, el bienestar y por consiguiente a la salud.

A parte de los factores de riesgo inherentes que pueda conllevar una organización del trabajo orientada a la producción y que pueda afectar a la salud del trabajador, somatizar puede también convertirse en una válvula de escape frente a situaciones sin salida. O conflictos que percibimos sin solución.

Las emociones son, en el fondo, mecanismos protectores o autorreguladores para enfrentar situaciones ya sean agradables o de peligro.  Si carecemos de visión de lo que verdaderamente está en juego, reaccionaremos al medio sin la debida habilidad o control para adaptarnos a nuestro entorno. Podemos perpetuar un estado de tensión poco saludable contrario a la acción eficaz necesario a toda actividad profesional y a todo campo profesional.

Este estado de tensión se expresa tanto en el cuerpo, como en la mente, en la conducta o en la propia falta de congruencia del trabajador frente a su tarea laboral o a la empresa.

Por ello, cambiar hábitos y actitudes vinculadas a creencias propias de la experiencia personal o profesional es un factor esencial para evitar el dolor ya sea psíquico o físico.

Los hábitos, pensamientos y emociones determinan la actitud. Concientizar estos aspectos es responsabilizarse de la posibilidad de cambio en la forma de trabajar. Es propiciar una buena reflexión para evitar el estrés y propiciar una empresa y actividad más saludable y productiva.

Susana Ramon

 

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