Susana Ramon
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Intención versus acción. Pasar de la intención a la acción
La intención es una idea o determinación de hacer algo, con un propósito y a través de una acción o comportamiento.
¿Te has preguntado en que te ayudaría tener una idea clara de lo que quieres, en cualquier situación de tu vida?
Ser más intencional,
En el trabajo
En tu desarrollo profesional
En tus relaciones
A nivel familiar
A nivel de salud.
¿En tus propósitos más vitales?
Pregúntate: ¿Que quiero conseguir? y veras una diferencia en tu vida.
Aunque invisibles (en su elemento más genuino) nuestras intenciones se expresan a través de nuestros pensamientos, palabras y acciones, canales a través de los cuales creamos nuestra realidad.
Algunas personas fluyen en sus intenciones. Esa capacidad de enfocarse hace que la acción sea consecuente y fácil. Tienen facilidad en concretar metas a menudo sin demasiado esfuerzo.
A otras, les cuesta definir sus intenciones, arrastradas por la inercia del día a día.
Otros aun, a pesar de saber lo que quieren, tienen dificultades en la acción.
Tenemos aquí un mapa poco homogéneo.
La intencionalidad es algo que podemos expresar en cualquier situación y en cualquier momento: al hacer nuestras compras, al negociar, al dirigir, al relacionarnos con terceros e incluso en momentos de ocio.
Con una intención clara de lo que queremos nos será más fácil, influenciar las situaciones, enfocar nuestros propósitos y obtener los resultados esperados.
En el terreno profesional, tener metas claras y adoptarlas, es decir responsabilizarse, permitirá desarrollar más eficiencia y productividad, pues todos los esfuerzos y energías enfocaran tal logro de objetivos.
Una intención clara conduce a nuevos recursos, energía, sensibilidad e inteligencia para saber qué hacer y cómo, es decir a la acción congruente.
Pero no siempre estamos preparados para una acción de tal calibre.
Intención versus acción
Ser claro en su intención no significa tener capacidad para ejecutarla. La falta de fluidez en la acción puede nacer de causas variadas: una de ellas los “motivos cruzados” interfieren en la eficiencia de la acción por su naturaleza de “contraorden”. Según Moshe Feldenkrais, creador del famoso Método Feldenkrais™, los “motivos cruzados” tienen su anclaje neuronal en el sistema nervioso y obstaculizan la acción espontanea, en la medida en que la tiñen de nuevas intenciones y no la ayudan a ser suelta, fácil y orientada hacia lo que queremos.
Podemos desear encontrarnos con alguien y no tener reparo en dirigirnos hacia esa persona para entablar conversación con ella.
Pero también podemos querer conversar con alguien en una fiesta o reunión y sentirnos intimidados en hacerlo pues dirigirnos hacia esa persona (pongamos que sea un superior jerárquico con el cual hemos discutido o con el cual no congeniamos) despertará emociones o conductas dormidas difíciles de controlar.
En tal caso, la acción se volverá difícil desde nuestros movimientos y emociones, pues obedecerá a una doble orden: ir hacia esa persona (por deseo de aclarar malentendidos con ella, por ejemplo) o mantenerla a distancia (por el deseo de no padecer de nuevo la situación de conflicto con ella).
Si queremos realizar nuestras más valiosas intenciones, necesitamos aclararlas de manera que no estén obstruidas por pensamientos, palabras u acciones que no sirvan nuestro propósito.
Lo que nos impide ser personas más intencionales son:
- nuestras creencias limitantes sobre nuestras capacidades,
- nuestros patrones de conducta que obedecen a nuestras creencias,
- nuestras experiencias del pasado que forman el filtro por el cual valoramos las situaciones,
- nuestras emociones negativas (el miedo) que distorsionan cualquier experiencia,
- nuestras percepciones y prejuicios sobre nosotros mismos y los demás,
- el desconocimiento de nuestro verdadero potencial y de nuestro poder,
- nuestra desorganización corporal desalineada con nuestras ideas o pensamientos.
¿Qué pasaría si cambiásemos el filtro de nuestras percepciones, cambiando nuestros pensamientos, palabras y acciones para crear una acción más resuelta y enfocada?
¿Qué nuevas acciones o proyectos pondríamos en marcha?
¿Qué pensaríamos de manera diferente para tener resultados diferentes?
¿Cómo podríamos comunicar de manera más positiva?
Tener una intención clara no es suficiente para la acción, aunque la intención sea energía que nos mueve. Nuestros gestos, movimientos, posiciones, desplazamientos ejecutan nuestras intenciones y acciones.
El cuerpo es actor importante del cambio pues se expresa en un espacio y en un tiempo, en una dirección y en una orientación y movido con un deseo determinado.
Ahí donde no nos sentimos muy hábiles en nuestros gestos y movimientos, sentiremos dificultad en la acción. Ahí donde nuestro deseo no coincida con nuestras posibilidades (neuromotoras o locomotoras) nos sentiremos limitados.
Estamos diseñados para funcionar bien.
Trabajar la eficiencia de nuestra postura o gestos nos permite una corporalidad bien integrada dispuesta a liberar el terreno de nuestras intenciones, de “motivos cruzados”, recuperar la confianza perdida en nuestro potencial creativo y facilitar la organización neuromotora necesaria para que nuestra intención se convierta en acción.
Susana Ramon