Susana Ramon
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La Autoimagen y el desafío relacional
Actuamos, pensamos y sentimos no de acuerdo con la realidad sino de acuerdo con la imagen que tenemos de la realidad.
Maxwel Maltz, autor de la Psicocibernética explica que el ser humano actúa, siente y se desenvuelve con lo que él imagina ser verdad para sí mismo y hacia el medio ambiente que le rodea.
Vemos que la imagen personal, no es pura realidad física observable. Es también el conjunto de acciones y reacciones que determinan nuestras respuestas al entorno.
En nuestras relaciones, muchas veces obviamos comprender las reacciones del otro, simplemente porque su manera de ver las cosas no corresponde a la nuestra.
Le adjudicamos malas intenciones o le retiramos confianza, cuando en la mayoría de los casos, la dificultad estriba en que la otra persona tiene una visión diferente de las cosas.
Nuestra autoimagen perpetúa nuestros hábitos, conductas, actitudes y adicciones. Forma un patrón enraizado en nuestro subconsciente, persistente y difícil de descifrar.
Pero no nos alarmemos, es posible cambiar nuestra autoimagen y con ella los subterfugios que impiden nuestra felicidad y éxito en nuestras relaciones.
Cuando hablamos de autoimagen, hablamos de un conjunto de pautas aprendidas por experiencia propia o ajena, interiorizadas y que han ido configurando el mapa de nuestra identidad.
La autoimagen es como uno se ve, se percibe y cómo piensa y percibe que los otros lo ven.
Sería como un “selfish” de nuestro interior, cambiante con el tiempo.
Una pregunta que nos acercaría a descubrir la autoimagen de uno sería,
¿Qué es lo que piensa o cree la gente de mi mismo?
¿Qué es lo que pienso o creo de mí mismo?
Respondiendo a estas preguntas iríamos deshilachando la compleja trama de nuestra imagen personal.
Sócrates con su famosa frase “conócete a ti mismo” nos alienta hacia la búsqueda de la realización y felicidad personal.
Si bien las vivencias emocionales de nuestra infancia hicieron estragos, nada está perdido.
Podemos recuperar una imagen positiva de nosotros mismos.
Tal valoración será el fundamento de nuestra autoestima y afirmación, pues autoimagen y autoestima son dos conceptos ligados al valor de nosotros mismos que se penetran e interrelacionan.
Con una base poderosa de autoimagen y autoestima podremos mantener buenas relaciones, sin sentirnos agredidos por cualquier comentario inoportuno, rechazados por nuestras acciones o minimamente valorados por las personas que nos rodean.
Cómo cambiar la autoimagen
Si consideramos la autoimagen como bastión de nuestros hábitos, conductas y actitudes, necesitaremos hacer hincapié en el desarrollo y mejora de los mismos para cambiar la percepción (o visión) de nosotros mismos.
Necesitamos una metodología creativa que permita ensanchar el cuadro de nuestras visiones, creencias, sentimientos y emociones para mejorar nuestra capacidad relacional y cambiar nuestra comunicación.
Con una imagen positiva de si y la consecuente autoestima adquiriremos las habilidades para comprender los motivos ajenos e instaurar mejores relaciones.
Haz un listado
¿Cómo te ves a ti mismo?
¿Tienes una imagen positiva de cómo eres, sientes o actúas?
O por el contrario
¿No sabes valorarte y te juzgas a ti mismo sin ni siquiera reconocer lo que haces bien?
Crear una imagen adecuada y realista de sí mismo evitando las distorsiones es posible desarrollando nuevos hábitos y conductas para el éxito y la felicidad.
Es cuestión de decisión y práctica.
Maltz, considera que se necesita un mínimo de 21 días de práctica de cada nuevo hábito que se desea instaurar para poder observar un cambio perceptible. Es necesario, durante este tiempo, darse los medios para validar los nuevos aprendizajes, evitando el juicio crítico y el razonamiento analítico pues ello obstaculizaría la adquisición del nuevo hábito.
Otra visión creadora para el cambio de la autoimagen, es la que nos legó Moshe Feldenkrais, creador del Método Feldenkrais™, método que enfoca la capacidad del sistema nervioso en crear nuevos aprendizajes a través de la toma de conciencia del movimiento humano, pues es a través del movimiento que reflejamos nuestra conducta y acción.
Puesto que nuestra fotografía personal (recordemos el selfish de nuestra autoimagen) tiene su base fisiológica y neurología en el sistema nervioso y se expresa a través de nuestras actitudes y conductas, podremos influenciarlas actuando sobre nuestras acciones (nuestro cuerpo en movimiento).
Por una serie de secuencias de movimiento fáciles de ejecutar, podemos recuperar una acción más simple, efectiva y dinámica.
Al liberarnos físicamente de memorias tensionales del pasado, encontramos un nuevo equilibrio, acorde y adaptado a la realidad.
Podemos experimentar nuevos recursos al recuperar a través de la acción lúdica, la formación de nuevos patrones o estructuras más eficientes de acción y reacción.
Comprender al otro depende del saber establecer buenas relaciones y comunicar. Si la comunicación es débil o deficiente, no se dispondrá de la información adecuada para valorar la situación y reaccionar en consecuencia.
Muchas relaciones humanas fracasan por la dificultad de percibir de forma adecuada, lo que de verdad está en juego. Juzgar al otro según sus limitaciones personales, impide comprenderlo, pues nos apoyamos en sensaciones internas basadas en el miedo a no ser aceptados y valoramos de forma errónea lo que estamos tratando.
Cambiar la autoimagen, permite desarrollar un más amplio panel de acciones y reacciones y alcanzar una nueva visión, más real, de sí mismo, del entorno y de la situación.
Enriqueciendo nuestra autoimagen, podemos recuperar la confianza hacía sí mismo y hacia el otro, para convertirnos en personas más felices y exitosas en todo lo que emprendemos.
Susana Ramon