Susana Ramon
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Cambiar hábitos posturales en 21 días ¿Es posible? (1)
Nuestras posturas y movimientos nos caracterizan.
Si observáramos los gestos y movimientos de diferentes personas, ninguno sería idéntico.
Las acciones del caminar o sentarse son las mismas para todos, pero su expresión y ejecución son diferentes para cada uno. Existen tantas maneras de caminar como individuos y esta variación continua, determina nuestra personalidad, identidad o expresión, ya sea física, motora o conductual. Esta diferencia de “comportamiento” motor no solo depende de la fisiología personal (aunque es obvio que influye en la expresión de nuestros movimientos), sino también del “cómo” ejecutamos nuestras acciones, es decir de cómo nos organizamos al movernos o lo que es más importante aún, de cómo nos percibimos en la acción.
Esta organización neuromotora (o del movimiento), tiene su expresión en el sistema nervioso bajo forma de conexiones neuronales, forjadas por aprendizaje y repetición.
Su origen es variado, en la mayor parte de los casos, procede de comportamientos adquiridos por educación, auto educación, imitación o herencia. Estos “patrones” forjados a lo largo de nuestra historia personal, crean hábitos que nos caracterizan.
Si observásemos el territorio de nuestra corteza cerebral, el de la corteza motora primaria y somato sensorial, veríamos unos “mapas” cerebrales, representando diferentes partes de nuestro cuerpo y su implicación en nuestros movimientos. Esta representación, no está determinada por el tamaño sino por la precisión y destreza de los movimientos que pueden realizar.
Por ejemplo, la representación del dedo pulgar es casi igual a la del tronco y a la de las extremidades inferiores. El “homúnculos”, enunciado por el Doctor Wilder Penfiels, representa nuestro cuerpo en el área somato sensorial.
Estos mapas corticales no son fijos y pueden modificarse según aprendizajes y a veces desafortunadamente, por lesiones del sistema nervioso. Habilidad plástica que juega en nuestro favor, pues podemos aprender nuevos patrones de movimientos con nuevos aprendizajes conscientes que cambiaran nuestros hábitos.
Teoría de los 21 días para cambiar un hábito
Un hábito es una conducta automatizada cuya función es la de facilitar nuestras acciones volviéndolas más eficaces, fáciles y exactas. Esta facilidad o rutina, disminuye la atención e implicación que necesita dicha acción y en consecuencia representa un ahorro de energía para nuestro organismo.
Un hábito favorece y simplifica las acciones necesarias del día a día y los pasos para realizarlas.
William James unos de los padres de la psicología moderna, desarrolla la idea de plasticidad cerebral (en su artículo “Hábito”), habilidad de nuestro sistema nervioso, de modificarse tanto en su estructura como en su funcionamiento, según las diferentes influencias recibidas por el entorno. Estas influencias externas, tanto pueden reforzar nuestros hábitos adquiridos, como permitir la creación de otros nuevos.
Más tarde, neurólogos como Ramon y Cajal, profundizarán en la idea de plasticidad cerebral, idea que en siglo 20, adquirirá vital importancia en relación a conceptos como el aprendizaje, la memoria, la adquisición de nuevas habilidades y el establecimiento de adicciones.
¿Es posible cambiar un hábito postural?
Se dice que, para instaurar un nuevo hábito necesitamos 21 días y esa costumbre se adquirirá de manera determinada, si la repetimos durante este lapsus de tiempo.
Maxwell Maltz célebre cirujano plástico de la Universidad de Columbia, considera que se necesita un mínimo de 21 días consecutivos de práctica inequívoca, de cada nuevo hábito que se desea desarrollar, para que se pueda efectuar un cambio perceptible en la persona y se pueda integrar. Sus estudios demostraron que, pacientes operados de la nariz por cirugía plástica, necesitaban 21 días, para habituarse a su nuevo aspecto. También observó que el síndrome del miembro fantasma en los amputados, respetaba el mismo patrón (21 días).
No podemos eliminar un hábito, pero si podemos reemplazarlo por uno nuevo.
Para cambiar un hábito, es necesario identificarlo y reemplazar la rutina o conducta inconsciente por un nuevo aprendizaje.
Interviene aquí la plasticidad cerebral: si efectuamos nuevos aprendizajes, modificamos la estructura cerebral y la reconfiguramos, estableciendo nuevas conexiones en los circuitos neuronales.
Una vez este aprendizaje establecido y las diferentes conexiones neuronales elaboradas, es necesario reforzar la pauta aprendida por la repetición, proceso necesario para reforzar la nueva configuración cerebral.
Nuestros hábitos de movimiento a pesar del dolor que nos producen, nos parecen eficaces en la medida en que nos permiten realizar acciones de manera rutinaria, sin esfuerzo. Simplemente estamos acostumbrados a ellos y a menudo, por malestar, dolor o patología tomamos la importante decisión de modificarlos.
Para reconocerlos, necesitamos incrementar la sensación y la propiocepción, es decir la capacidad de localizarlos en nuestro cuerpo y sensaciones.
Solo así podremos discernir el grado de eficacia de una conducta o acción y reconocer qué hacemos y cómo lo hacemos y que beneficios o pérdidas obtenemos (de salud, de bienestar, de calidad de vida, de desgaste, etc)
De manera simplificada, existen conceptos para mejorar nuestros hábitos y modificarlos:
EL APRENDIZAJE. Para mejorar un hábito necesitamos aprender y adoptar una MEJOR PAUTA DE ACCION y reemplazarla por la vieja.
Si queremos cambiar nuestra manera de sentarnos e ignoramos como hacerlo de manera eficaz y sin dolor, nos será difícil implementar la nueva conducta. Una de las condiciones fundamentales para el cambio, es adquirir un nuevo registro de movimiento, más consciente, positivo y agradable que el anterior y vincularlo a sensaciones de bienestar y eficiencia para al fin, trasponerlo a una acción cotidiana más fluida.
LA REPETICIÓN: Una vez esa nueva pauta de acción aprendida e integrada, podremos repetirla tantas veces nos sea posible para fortalecer su expresión.
El Método Feldenkrais™ de Educación somática, trabajando con la plasticidad del aprendizaje neuronal, propone secuencias de movimiento ejecutadas de manera consciente (por parte del aprendiz) para elaborar los ingredientes necesarios a un buen movimiento. Dicha elaboración, protagonismo de nuestro sistema nervioso, crea las condiciones necesarias, para recuperar la manera más saludable y eficiente de hacer un movimiento o adoptar una postura (autorregulación). La repetición consciente de secuencias de movimientos elaboradas para la integración y la mejora del funcionamiento, garantiza la adquisición de hábitos más saludables en la acción.
CREAR UN ENTORNO FAVORABLE: otra de las condiciones para cambiar un hábito postural es favorecer el entorno necesario para el aprendizaje y la ejecución de ese nuevo hábito que queremos crear.
Para mejorar nuestra percepción de lo que significa estar más cómodos sentados, necesitamos crear un entorno favorable: ajustar la silla, trabajar en ella, ordenar el entorno de trabajo, levantarnos de vez en cuando para estimular nuestra circulación, gestionar imprevistos, decidir ejecutar las secuencias de movimiento y tomar tiempo para su repetición.
Recordemos que nuestros hábitos se expresan en relación a un entorno determinado el cual los reforzará o los debilitará. Favoreciendo las condiciones para instaurar nuevos hábitos, facilitaremos su adquisición.
MOTIVARNOS: La expresión más clara y sincera de nuestro deseo de cambiar un hábito es la motivación de conseguir nuevos resultados, más beneficiosos para nuestra salud. Sin motivación, abandonaremos. Nuestra decisión de implementar la nueva conducta, es lo que premia y lo conseguiremos con una determinación enfocada y consecuente de aplicar los nuevos comportamientos deseados.
Solo así podremos cambiar un hábito en 21 días si nos lo proponemos, aunque es evidente que este lapsus temporal cambia, según el propósito, la decisión y la capacidad de realización de cada cual.
Susana Ramon