Susana Ramon
- Posted on
- No Comments
¿Sabes gestionar tus emociones? ¿Cómo son tus movimientos cuando hablas en público o negocias con terceros? ¿Sabes estar con tus niños sin agotarte? ¿Trabajas sin fatigarte en exceso?
Cuando hablamos de seguridad personal, hablamos de un estado, con cierto control o conciencia de nuestra experiencia, en situaciones que dificultan nuestra acción o expresión. Por ejemplo: cuando hablamos frente a un público o negociamos con terceros a veces nos supera la emoción y nos sentimos impotentes para gestionar la situación; ¿Conocemos nuestros límites, cuando asumimos grandes cargas de trabajo? ¿Sabemos cómo gestionar nuestro tiempo, lidiar con los quehaceres cotidianos o familiares o simplemente afrontar el ritmo trepidante de las grandes ciudades donde vivimos?
Encontrar un equilibrio en nuestras tareas cotidianas no es tarea fácil. Muchos pecamos de exceso. Exceso de trabajo, de actividad. El problema surge cuando superamos nuestro déficit. Hacer las cosas con pasión o motivación, significa encontrar recursos necesarios para disfrutar de nuestras actividades. Pero ¿sabemos recuperar, gestionar emociones, frenar nuestro agotamiento físico o intelectual?
Una de las vías por las que podemos aprender ese nuevo tipo de autogestión, es reconocer los signos que nos envía nuestro organismo, desde el simple cansancio a tensiones más localizadas como las migrañas, dolor lumbar o fatiga ocular. Habituarnos a prestar especial atención a nuestra respiración puede ser una puerta de entrada para reconocer el estado en el que nos encontramos. Pongamos un ejemplo: si estamos hablando frente a un público y retenemos nuestra respiración, vamos a pasarlo mal, pues no potenciaremos los recursos que facilitan la expresión. Cuando nos expresamos es importante liberar tanto nuestra respiración como nuestros gestos para una libre y armoniosa expresión de nuestro discurso.
Lo mismo ocurre cuando trabajamos frente al ordenador. No ser conscientes de nuestras posturas puede pasar factura cuando estamos en la oficina, pues el simple hecho de olvidar nuestra manera de sentarnos o movernos en la silla, nos impide modificar nuestros malos hábitos.
Aprender a gestionar nuestros movimientos, gestos, o respiración es muy útil cuando queremos preservar nuestra vitalidad y salud. Algunos ingredientes son necesarios. Aprender a funcionar mejor, tener en cuenta nuestras posturas, respiraciones, biorritmos o momentos de fatiga, saber detenerse o parar, hacer pausas cuando lo necesitamos, reconocer nuestros límites.
Existen posturas creativas que nos dan seguridad personal cuando hablamos, expresamos, o actuamos. Nuestro organismo está diseñado para funcionar bien, en multitud de ocasiones y existe esa lógica corporal de la cual nos podemos alejar o acercar. Cada cual su fisiología, hábitos, creencias o biografía.
Si nos entrenamos a recuperar nuestra manera idónea de funcionar podremos actuar y expresarnos de manera más óptima.
El Método Feldenkrais™ ayuda a la recuperación y a la autorregulación. Por medio de un aprendizaje consciente de nuestras habilidades corporales o de movimiento, podemos identificar el exceso de esfuerzo, de fatiga y tensión y la falta de fluidez o coordinación en nuestras acciones. El fin es poder elaborar nuevas pautas y hábitos, variar nuestras opciones y obtener más seguridad en nuestras acciones. El sistema nervioso funciona por rutinas, no siempre reconoce un hábito eficiente. Experimentar la eficiencia, la seguridad y flexibilidad crea nuevos registros olvidados para nuestro organismo, quien se desempaña para hacerlos suyos de nuevo.
Sentirse integrado, coherente, fluido no es panacea de muchos. Con un entrenamiento adecuado todos podemos mejorar nuestra autoimagen y obtener más seguridad en nosotros mismos para afrontar la relación con nuestros hijos, familia, colaboradores, compañeros de trabajo, etc.
Veamos una sencilla pauta,
Observa tu respiración, ¿es lenta, rápida, profunda, superficial? Tendrás aquí muchos indicadores de cómo es tu estado corporal en el presente (y emocional pues la respiración siempre está ligada a nuestras emociones).
Túmbate en el suelo, en casa y pon las manos encima de tu vientre. ¿Se va modificando la respiración a medida que te concentras en ella?
Inspira y coge aire, hinchando el vientre como si tuvieras una pelota dentro y muy suavemente expira y deja salir el aire de tus pulmones. Repite el proceso varias veces y observa que efecto te produce. ¿Puedes notar que te relajas?
La respiración abdominal nos produce tranquilidad y calma. Si repites esos movimientos aprenderás a gestionar tus cambios respiratorios durante tu día a día, pues habrás creado el hábito de estar atento a lo que ocurre con tu respiración. Te sentirás más tranquilo e incluso contento.
Ahí donde estés, leyendo este artículo observa tu respiración abdominal. ¿Qué efecto te produce? Puedes empezar con una pauta tan sencilla como esta, para que en situaciones de incomodidad puedas ir dirigiendo tu atención a tu respiración y modificarla a tu conveniencia…inspirar, hinchar el vientre, expirar, sintiendo tu abdomen relajado, repetir el proceso varias veces.
Pruébalo y tú día a día cambiara.
Susana Ramon